Es frecuente escuchar ”mi
profesión no me dio dinero” y la elegí porque “era la carrera más rentable del
momento”. Pienso al respecto, que la profesión que elegimos
no es la encargada de cambiar nuestro destino, sino que depende de la
persona que sepa “sacarle brillo a su profesión”.
No hay profesión sin
dificultades, a veces casi insuperables, cuyo vencimiento requiere decisión en
el joven que anhela éxito, porque para decidirse es necesario antes
concentrarse; y el que vacila, lejos de centrar sus energías, las dispersa y no
puede perseverar en la acción de modo que lo lleve al éxito.
Los ilusos ven solo el
aspecto liso y llano de una profesión y la visualizan de fácil ejercicio; pero
al poco tiempo aparecen las espinas, las que desvanecen todo su entusiasmo y le
quitan la ilusión de haberse creído apto
para ejercerla. Entonces abraza otra, tan solo porque “un amigo le dijo”, y así
va tropezando en el camino de su vida, juguete de las emociones del momento,
sin recurrir al buen juicio.
Estas personas jamás obran
en base a principios. Hoy están en un sitio mañana en otro, probando diez
oficios distintos y desperdiciando la habilidad adquirida al vencer las
dificultades del último en que se emplearon.
“Solo
tú eres el dueño de tu destino”.