El peor daño que se le puede
hacer a una persona es darle todo. Quien
quiera anular a otro solo tiene que evitarle el esfuerzo, impedirle que
trabaje, que proponga, que se enfrente a los problemas o posibilidades de cada
día, que tenga que resolver dificultades. De esta manera, se le evita usar
todas las potencialidades que tiene, sacar recursos que desconoce y desplegar
su creatividad. Convirtiéndose en una persona perezosa, inerte; que pudre su
contenido como un estanque de agua.
Quien ha recibido todo, se
transforma en un indigente, porque solo asume la posición de víctima que solo
se queja. Cree que los demás tienen la obligación de darle todo en las manos y
considera una desgracia desarrollar un trabajo digno.
ES muy difícil que quien a
recibido todo regalado, algún día quiera convertirse en alguien útil para sí
mismo. Le parece que todos a su alrededor son responsables de hacerle vivir
bien y cuando esa “ayuda” no llega, culpa a
los demás de su “desgracia” (no por anularlo como persona, sino por no
volverle a dar).
“El trabajo y la
responsabilidad, dignifican a la persona”.
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