3 de agosto de 2012

REFLEXIONEMOS ANTES


Antes de la acción, la reflexión, y luego de la reflexión, la decisión. Y miremos de cara al acto que vamos a realizar, y luego démosle vuelta, es decir, preguntémonos: ¿me gustaría que fulano hiciera conmigo lo que yo voy a hacer con él?.
Si la respuesta es afirmativa, con seguridad que la acción, al gustarnos, es aceptable y buena; más por el contrario, si para nosotros no nos agrada, es que la acción es decididamente mala. No la realicemos, pues.

Pero con frecuencia, si la acción está entre el deber y el placer, optamos por el placer. Y el placer, que parece tan dulce, tan grato y tan importante, pasa rápidamente y rápidamente nos pone de cara frente al reproche… La vida está llena de deberes… y tenemos muchos deberes que olvidamos.

TODO SE REPITE


Como nuestra estructura de vida no puede  modificarse, entonces, ella es como fue y seguirá siendo como es. Todo en ella se repite como un circuito cerrado. Empeñarnos a modificarla es absurdo. A ella tenemos que amoldar nuestra alma y plegar nuestros gustos…
¿Para qué echar sobre la vida culpa, escusas y cargos; si todo lo que ocurre la culpa es nuestra?
La vida tiene rieles rígidos y fuertes; nada la desvía, nada la ablanda; de manera que no hay evasiva; debemos colocar nuestra existencia sobre esos rieles si es que queremos no vivir fuera de ellos, fuera de las leyes sociales, golpeándonos contra las imposiciones de la vida, de esa vida a la que debemos fatalmente amoldar la nuestra, ya que ella no se amoldara jamás a nosotros.

AREMOS


“El que no haya arado y preparado su tierra, cuando lleguen las lluvias no tendrá cosecha; pero el que la haya cultivado, cuidado y preparado con amor, la lluvia le dará el fruto de las semillas que ha sembrado”.
Y esto con la tierra arada, con el trabajo que desempeñamos, con la familia, con el amor, con la moral…
Lo que vale decir que moldear el alma propia o el alma de los hijos, es sembrar. Que proceder en todos los deberes con ajuste al deber es también sembrar. Que amar con lealtad y con nobleza, es sembrar…
Y que la lluvia es la vida, en mil formas diferentes es la vida; llamémosla suerte, felicidad, premio. Que es el fruto obtenido de las semillas que fueron sembradas en tierras de honor, de ternura, de amor, de deberes cumplidos…
De tierras o almas incultas, es inútil esperar cosechas, creer que la prosperidad o el triunfo han de llegar. Nada llega para el que no trabaja; nada se afirma en la existencia del que se acoda a un balcón para mirar cómo la actividad del que ara la tierra se advierte allá abajo.
Aremos la tierra, que arar es trabajar lo mismo nivelando caminos, que dictando cátedra, que difundiendo ideas.