“El que no haya arado y preparado
su tierra, cuando lleguen las lluvias no tendrá cosecha; pero el que la haya
cultivado, cuidado y preparado con amor, la lluvia le dará el fruto de las
semillas que ha sembrado”.
Y esto con la tierra arada, con
el trabajo que desempeñamos, con la familia, con el amor, con la moral…
Lo que vale decir que moldear el
alma propia o el alma de los hijos, es sembrar. Que proceder en todos los
deberes con ajuste al deber es también sembrar. Que amar con lealtad y con
nobleza, es sembrar…
Y que la lluvia es la vida, en
mil formas diferentes es la vida; llamémosla suerte, felicidad, premio. Que es
el fruto obtenido de las semillas que fueron sembradas en tierras de honor, de
ternura, de amor, de deberes cumplidos…
De tierras o almas incultas,
es inútil esperar cosechas, creer que la prosperidad o el triunfo han de
llegar. Nada llega para el que no trabaja; nada se afirma en la existencia del
que se acoda a un balcón para mirar cómo la actividad del que ara la tierra se
advierte allá abajo.
Aremos la tierra, que arar
es trabajar lo mismo nivelando caminos, que dictando cátedra, que difundiendo
ideas.
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