1 de marzo de 2015

INGRATITUD


Estaba sentada en un Parque, cuando de pronto vi salir de una de las casas de enfrente a un hombre de unos 40 años,  quien sacaba su carro del garaje (al parecer vivía allí).
Saliendo detrás de él, su madre de unos 70 años, quien suplicante le pedía “le dejara algo de dinero”. El hijo al escuchar esta petición reaccionó de manera violenta y le dijo: ¡No tengo dinero!!! …¿cuánto quieres???. La madre humillada le contestó: ¡Lo que sea tu voluntad, hijo!

Esta escena laceró mi alma... Sentí como una puñalada en el corazón y a la vez indignación. Lo que me llevó a reflexionar sobre la vejez de aquellas personas que dieron todo a sus hijos, con la esperanza de que “el favor les sea devuelto” en  esta etapa de la vida… Cuando las fuerzas se agotaron y ahora se ven obligados a "estirar la mano" para “mendigar una limosna” de ellos.
Pienso al respecto, que si planificáramos nuestra vejez con anticipación no nos daríamos con esta ingrata sorpresa…No sabemos como van a reaccionar los hijos, hasta que llega el momento de vivir esta experiencia.
 
El problema radica, en que muchas veces creemos, que nunca vamos a envejecer y que siempre nos va a acompañar la misma energía de cuando éramos jóvenes para valernos por si mismos.
 
 

 
 

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