Estaba sentada en un Parque,
cuando de pronto vi salir de una de las casas de enfrente a un hombre de unos
40 años, quien sacaba su carro del garaje (al parecer vivía allí).
Saliendo detrás de él, su
madre de unos 70 años, quien suplicante le pedía “le dejara algo de dinero”. El
hijo al escuchar esta petición reaccionó de manera violenta y le dijo: ¡No
tengo dinero!!! …¿cuánto quieres???. La madre humillada le contestó: ¡Lo que
sea tu voluntad, hijo!
Esta escena
laceró mi alma... Sentí como una puñalada en el corazón y a la vez indignación. Lo
que me llevó a reflexionar sobre la vejez de aquellas personas que dieron todo
a sus hijos, con la esperanza de que “el favor les sea devuelto” en esta etapa de la vida… Cuando las fuerzas se
agotaron y ahora se ven obligados a "estirar la mano" para “mendigar una
limosna” de ellos.
Pienso al respecto, que si planificáramos
nuestra vejez con anticipación no nos daríamos con esta ingrata sorpresa…No sabemos como van a reaccionar los hijos, hasta que llega el momento de vivir esta experiencia.
El problema radica, en que muchas
veces creemos, que nunca vamos a envejecer y que siempre nos va a acompañar la misma
energía de cuando éramos jóvenes para valernos por si mismos.
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