El trabajo por más humilde
que sea “dignifica al hombre”. No interesa su naturaleza, ni las ganancias que
éste genere.
Es el trabajo el que
fortalece los músculos, mantiene la mente sana, libera la personalidad y nos mantiene "vivos"; creando
el hábito del esfuerzo y la disciplina. Su ejecución es importante para no
convertirnos en “parásitos” de la sociedad, porque es ella la que la impone
como un deber y también la somete a una sanción.
El que cumple una función
para la sociedad, cumple con el deber de producir y por lo tanto tiene el
derecho a consumir, asegurando una existencia confortable y digna.
El trabajo se debe de tomar
como un “modo de vida”, más no como una “forma de supervivencia”. Sin llegar al
extremo de “vivir para trabajar”, para no convertirlo en un castigo.
“Así
como todo ser humano tiene derecho a la vida… también tiene deber con el
trabajo”.
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