Te doy las gracias por compartir
tu vida junto a la mía, hombre de pocas palabras pero de nobles sentimientos, que se reflejan en tus actos.
Estuviste siempre a mi lado en
las buenas y en las malas, mostrándote imperturbable aunque por dentro
sangraras.
Hoy los años han pasado y sientes
la tranquilidad de saber que tus hijos asimilaron las enseñanzas que les
impartiste; que es el aprender a defenderse solos en la vida, seguros de lo que
pueden dar de sí mismos, teniendo siempre presente la honestidad.
“Se cosecha, lo que
se siembra”.
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